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El precio oculto de Labubu: adultas mayores en China trabajan hasta el dolor por 130 pesos al día

  • Foto del escritor: Redacción
    Redacción
  • 12 jul
  • 2 Min. de lectura

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Mientras el juguete de moda Labubu se convierte en un fenómeno global, alcanzando precios de hasta mil o incluso diez mil dólares en el mercado de coleccionistas, muy pocas personas saben quiénes están detrás de su fabricación. En fábricas de Shenzhen, China, mujeres mayores trabajan largas jornadas por un salario mínimo, revelando una dura realidad sobre la precariedad laboral en la economía informal.

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Trabajadoras mayores, jornadas extenuantes y salarios mínimos

Hu Meiyu, una mujer de 60 años, vive esta realidad cada día. Sentada en un rincón de su comunidad, pasa horas con un cúter en mano cortando cuidadosamente restos de vinilo que luego formarán parte de las caras de los codiciados Labubu. Por cada pieza recibe solo 0.35 yuanes. Para ganar apenas 50 yuanes (aproximadamente 130 pesos), debe cortar 1,500 piezas al día.

El contraste es alarmante. Mientras una sola figura de Labubu puede alcanzar precios exorbitantes en tiendas y subastas, quienes ayudan a darle forma no ganan lo suficiente ni para un té con leche. “Cuando vi la muñeca terminada pensé que era hermosa”, cuenta Hu. Pero al saber su precio, solo suspiró: “Es demasiado…”.

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Una oportunidad… sin opciones

Para muchas mujeres como Hu Meiyu, este tipo de trabajo es la única opción. Sin pensión, sin acceso a seguridad social y sin posibilidades reales de encontrar otro empleo debido a su edad, aceptan estas condiciones por necesidad. “Solo sabemos cultivar, ¿qué otra cosa podemos hacer?”, dice Hu con resignación.

Muchas de estas mujeres han migrado de zonas rurales a las ciudades para ayudar a cuidar a sus nietos, mientras sus hijos trabajan. Pero, en paralelo, deben buscar cualquier ingreso posible, aunque implique pasar horas cortando piezas diminutas con dolor en las manos y sin derechos laborales.

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Dos realidades que coexisten en China

El caso del Labubu ilustra un contraste profundo: por un lado, una juventud moderna dispuesta a acampar toda la noche por un juguete de colección; por el otro, trabajadoras invisibles que luchan por sobrevivir con ingresos mínimos y sin ninguna red de apoyo. Esta dualidad pone sobre la mesa un tema que va más allá del consumo o la moda: la desigualdad laboral y social que persiste, especialmente entre las adultas mayores.

El furor por Labubu no solo es una historia de marketing o coleccionismo, sino también una oportunidad para reflexionar sobre los costos humanos que muchas veces se ocultan detrás de los productos que se vuelven virales.

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